Optimizar para la felicidad

Estoy convencido que es posible hacer pequeños cambios en la rutina diaria que pueden tener un gran impacto en nuestra vida. Recientemente he estado utilizando una técnica para manejar el tiempo que se llama Pomodoro que me ha ayudado mucho a enfocarme. También hice una agenda diaria muy detallada que sigo al pie de la letra y me ha permitido tener tiempo para casi todas las cosas que quiero hacer cada día. Aunque hacer estos pequeños ajustes ha contribuido a hacer mis días mucho más productivos hay una decisión que tomé hace poco menos de un año que ha cambiado mi vida por completo en todos los aspectos.

Tengo una capacidad de atención limitada (bastante limitada) y lograr concentrarme, es bien difícil. Creo que me toma por lo menos 45 minutos de enfoque ininterrumpido poder llegar a concentrarme lo suficiente para poder hacer trabajo de calidad. Lo más triste es que una simple llamada telefónica, una alarma o cualquier otra interrupción puede revertir el proceso, haciendo que tenga empezar de nuevamente.

La lógica me dice que si así funciona mi mente en pequeños espacios de tiempo, seguramente funciona de forma similar en periodos te tiempo más largos. Cuando hablo de periodos de tiempo más largos me refiero a 10, 20 o 30 años, por evitar decir la vida. Para optimizar estos periodos de tiempo la solución es simple. Hay que escoger que aspecto de nuestra vida queremos optimizar. No se puede optimizar todo, hay que enfocarnos. Optimizar todos es sinónimo de no optimizar. Aunque admito que la decisión ahora parece evidente, cuando la tomé no lo era. Me decidí a optimizar para la felicidad. Se lo que estás pensando ahora mismo, “ahora este tipo escribe sobre mierdas de auto-ayuda” y no te culpo. Pensaría exactamente lo mismo si me encontrara leyendo este post pero resulta que es imposible hablar de este tema sin sonar así de mamón.

Estoy seguro que se puede optimizar para muchas cosas. Hay gente que optimiza para el dinero, otros para la fama, otros para ser los mejores en algún deporte y supongo que para miles de otros intereses. Cada una de esas optimizaciones son válidas y las respeto. Para mi optimizar para la felicidad significa varias cosas y la más importante es la libertad en todos sus aspectos. Quiero poder decidir que hacer con mi tiempo, quiero decidir con quien trabajo y quiero poder decir lo que quiera, cuando quiera aunque atente contra mi bienestar. Necesito tener control de todos los aspectos de mi vida profesional y quiero ser presentado con retos nuevos todos los días para tener la oportunidad de superarlos o de fracasar en el intento, sabiendo que hice todo lo que podía para superarlo y que el fracaso o el éxito es mi responsabilidad absoluta. Quiero no tener que tomar mis decisiones pensando sólo en el dinero o sólo en los intereses de otra persona que no comparte mis gustos, necesidades y valores.

Optimizar para la felicidad significa que cada vez que tengo que tomar un decisión lo primero que me pregunto es cuál de las opciones no me resta felicidad y si tengo suerte cual de las opciones me suma felicidad.

Un ejemplo. Hace un tiempo tenía en una situación económica complicada (estaba pelao’ como el culo de un mono) y necesitaba generar dinero, rápido. Por suerte apareció un cliente con un trabajo que aparentaba ser simple y que pagaría muy bien. Luego de dos minutos en una reunión estaba convencido de que esta persona no compartía mi visión de mundo. Bueno, en realidad tenía una visión de mundo opuesta a la mía. La reunión estuvo llena de comentarios con respuestas tipo “jajaja eso no me gusta” y de chistes sin risas. Al final sin muchas ganas pero obligado por la situación el cliente me hace una muy buena oferta económica por el trabajo y yo obligado por la situación la acepto, sabiendo que no quiero trabajar con esta persona. Para hacer corto un cuento largo, este proyecto fue una de las experiencias más traumáticas de mi vida profesional e incluso causó problemas en el resto de mi vida. No había forma de estar de acuerdo en nada y finalmente por primera vez en mi carrera tanto el cliente como yo decidimos que no podíamos continuar trabajando juntos, porque nos mataríamos tarde o temprano.

Tome ese trabajo usando como factor principal el dinero que necesitaba en ese momento y no puedo estar más arrepentido. Mi respuesta debía haber sido: “Lo siento, no creo que debamos trabajar juntos, gracias por la oportunidad”. Aunque esta respuesta en lo inmediato parece una decisión que restaría felicidad (por no tener dinero para pagar las deudas) no lo es. Es la decisión que me permite ser libre de escoger con quien uso mi tiempo sin importar el dinero. El pensar que el trabajo o cualquier otro aspecto de la vida debe ser “una medicina amarga” es lo que nos tiene como nos tiene.

Debo admitir que hablo desde un lugar privilegiado. No tengo ahorros, propiedades, un bote, ni ningún lujo que mantener y por el momento nadie depende económicamente de mi. Básicamente no tengo nada que perder así que no tengo que preocuparme por esas cosas ahora. Tengo la libertad de quedarme sin dinero, que me boten de donde vivo alquilado, me quiten el carro y me dañen el crédito sin sufrir ningún daño a mi felicidad. Tengo esa libertad porque estoy tomando mis decisiones pensando en que el producto de cada una de esas decisiones debe ser hacerme más feliz en lo que finalmente un día muero y lo pierdo todo sin excepciones.

Desde donde miro las cosas me queda claro que prefiero vivir haciendo cosas que me hacen feliz que vivir tratando de lograr metas para luego tratar de ser feliz. Si todavía estás leyendo este viaje de auto-ayuda en el que me fui, te invito a que no seas pendejo o pendeja y busques todas las cosas que te restan felicidad y las elimines, hoy. ¡Ahora!